Qiu Shihua: el fin de la pintura de paisajes china

Para poder comprender y disfrutar de una exposición como la que presentamos centrada en la figura y obra de Qiu Shihua, consideramos que primero es necesario tener una visión más holística de la pintura de paisaje en China, entender los conceptos básicos y ver de manera breve su evolución. En este sentido presentaremos unas proyecciones de los rollos de Fan Kuan y Guo Xi con la finalidad de presentar la técnica más tradicional en la China. Sin embargo, antes de presentar las proyecciones de las obras antes mencionadas así como las obras de Qiu Shihua, comentar de manera muy concisa las características de la pintura de paisaje.

La pintura de paisaje se desarrolla como una transposición técnica y conceptual de las artes de la caligrafía y la poesía, de ahí que incluso hoy en día algunas obras modernas aún vayan acompañadas de algún verso. Su desarrollo se produjo en la China de la mano del buddhismo y el taoísmo. Esta influencia taoísta está presenta en el objeto de apreciación de la pintura paisajística china que es la naturaleza. La naturaleza se presenta como la convivencia de los elementos contrarios que a su vez se necesitan, es la constante dicotomía entre la montaña y el agua (shanshui, nombre de este tipo de pinturas en chino); es decir, lo duro contra lo suave, aquello que es estable contra lo que es efímero, el ser y el no-ser, y el tan famoso en occidente ying y yang.

Además el paisaje natural se entiende como algo que debe ser interpretado, en ningún caso copiado o reproducido de manera mímica. Cada artista es capaz de interpretar la representación de un mismo paisaje de maneras muy diversas, de igual manera que músicos distintos pueden interpretar la misma pieza con diversas tonalidades. El cambio de perspectiva, el enfoque en el movimiento, o la elección del momento del día o época del año, hacen que cada pintura sea única en su género.

Las proyecciones de los rollos tanto de Fa Kuan como de Guo Xi servirán al espectador para hacerse una idea de cómo los conceptos mencionados anteriormente se aplican en el arte del paisaje.

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范寬 Fan Kuan.
Viajeros entre las montañas, ~1000.
206x103cm.

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郭熙 Guo Xi.
Primavera temprana, 1072.
158x108cm.

Como se puede observar, sin una aproximación teórica previa, ambos paisajes pueden parecer similares al espectador no entendido. En ambos la técnica es similar y como se ha comentado, el sujeto de la obra es el mismo, la naturaleza. Sin embargo se puede comprobar que el juego de las perspectivas es diferente, el trato del agua, bien sea en forma de cascada, río o como elemento casi gaseoso en forma de bruma también es diferente. Como decía el mismo Confucio no se trata de crear algo nuevo sino de transmitir, que unido a un pensamiento más daoista da lugar a una interpretación cada vez inédita de la naturaleza.

Como se puede comprobar en la siguiente pieza mucho más reciente, la técnica fundamental no ha variado mucho. Encontramos una paleta cromática más variada que en los paisajes más clásicos, alejándose un poco de la pintura más canónica. Sin embargo la obra de Zhang Daqian que presentamos a continuación no presenta grandes diferencias con las dos grandes obras anteriores.

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Zhang Daqian 张大千
El Jardín de las ocho virtudes, 1968.
Tinta en papel.
98x193cm.
Colección privada.

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Yang Yongliang 杨泳梁
View of Tide 蜃市山水, 2008.

De forma similar este paisaje de Yang Yongliang sigue la misma técnica con los mismos elementos mencionados antes, las montañas y los ríos separados por la bruma para dar más profundidad a la obra. Sin embargo se introduce en esta obra elementos de la modernidad que conforman los paisaje actuales como son los postes de la electricidad. Debido a la introducción que el autor hace de este nuevo elemento se podría interpretar que la bruma sea contaminación, además de las ruinas de los edificios. Cabe destacar que los edificios también son algo bastante novedoso, el típico pabellón que veíamos que aparecía en las pinturas clásicas ha sido sustituido en esta obra por construcciones de ladrillo que están totalmente en ruinas.

Que la obra de Yang Yongliang sea la última antes de pasar a presentar las obras del propio Qiu Shihua no es aleatorio. Como se podrá comprobar más adelante Yang Yongliang en el paisaje que se ha presentado juega con lo que el espectador ve a primera vista y lo que en realidad presenta; cuando vemos por primera vez ese paisaje podemos pensar que estamos viendo árboles, como es de esperar, mientras que si nos fijamos bien los postes de la luz se hacen bien visibles. De manera similar veremos como Qiu Shihua habla de paisajes que se aparecen al rato de estar contemplándolos.

Qiu Shihua es un pintor nacido en 1940 en Zizhong, Sichuan, China. Se graduó en Bellas artes en Xian, donde estudió Shan Shui o la tradición paisajística en la pintura china. Debido al auge de la Revolución Cultural, Qiu abandonó su carrera artística dedicándose a la elaboración de carteles de cine, dejando un futuro artístico más experimental por uno más cercano al realismo socialista, considerado muchísimo menos burgués y con el objetivo de servir al pueblo. En los años 80 viajó a Europa y estudió la historia de la pintura de la zona, interesándose sobre todo por el Impresionismo, una vertiente artística que sobre todo se interesaba por el efecto de la luz e intentaba pintarla como se proyectaba en cada instante, de forma que podemos ver varios cuadros del mismo artista en los que se representa el mismo lugar pero en diferentes horas del día.

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Qiu Shihua
Sin título, 1980.
Acuarela en papel.
49x110cm.
Galerie Urs Meile.

El estilo artístico de Qiu Shihua ha variado en las últimas décadas. En la acuarela de arriba podemos ver cómo en sus inicios se podía apreciar un paisaje a simple vista. Influenciado por el impresionismo, vemos un camino rodeado de vegetación en la que la luz adquiere un papel protagonista, ya que hace difícil discernir las partes de la pintura debido a sus tonos oscuros.

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Qiu Shihua.
Landscape, 1990.
Óleo en papel.
122x205cm.
Galerie Urs Meile.

Al mirar una pintura de una década posterior, vemos que los tonos blancos han ido adquiriendo una importancia mayor debido a la influencia del taoísmo. Qiu, como Malévich en su serie de blanco sobre blanco, ha querido explorar la nada y el todo, experimentando a partir del concepto de Tao, que reuniría los contrarios en sí sin entenderlos como contrarios, sino necesarios.

Qiu Shihua, untitled (1998)

Qiu Shihua.
Sin título, 1998.
Óleo en lienzo.
127x237cm.
Galerie Urs Meile.

Qiu Shihua, Untitled (2013)

Qiu Shihua.
Sin título, 2013.
Óleo en lienzo.
127x240cm.
Galerie Urs Meile.

Al igual que Malévich, pero de una forma totalmente distinta, Qiu juega con la pureza hasta llegar al extremo, intentando escapar de la contaminación humana que para el taoísta ha pervertido el mundo. Cada vez han ido destacando más los tonos blancos, hasta el punto de que en los últimos se nos hace difícil diferenciar algo dentro del cuadro si lo vemos superficialmente y no nos acercamos a contemplarlo. Las obras de los últimos años destacan por un curioso proceso de pintado. Primero se pinta un paisaje, que a diferencia de los pintores impresionistas no se realiza fuera del estudio, en el propio lugar, para poder detallarlo mejor y observar el efecto de la luz, sino que se realiza dentro del estudio, simplemente con las impresiones almacenadas en la memoria. Podemos apreciar las influencias del taoísmo en la composición de la obra en esa no necesidad de captar todo lo que el paisaje nos ofrece. Importa sólo el hecho de vivirlo únicamente sin requerir a ese tipo de conocimiento que reduce todo a un objeto cuantificable. A continuación, después de pintar ese paisaje, añadirá una o varias capas de blanco que lo ocultarán en buena medida, de forma que todo lo que se había desarrollado y había sido algo, vuelve al principio, que es nada.

Aquí, en el propio proceso del pintor, y ya no sólo en el resultado final, vemos de nuevo una conexión con el taoísmo, que entendía el mundo como algo que fluye, que cambia constantemente y no se puede frenar. Un paisaje que ha llevado su tiempo pintar desaparece o se estropea, eliminando el valor que le podría haber dado la mente humana. Se renuncia a lo que Zhuangzi definía como “shi xin” o “tomar la mente por maestro” o a lo que Laozi llamaba chang xin o mente constante en referencia a una mente que ha perdido la flexibilidad natural. Ahora se le vuelve a dar un valor subjetivo que se había objetivado y considerado como absoluto.

Podemos observar esta mente rígida en el espectador que sólo ve un lienzo blanco en estas pinturas al ser cegado por la luz. Como dice Qiu en una entrevista. “En la pintura nada es visible: blanco sobre blanco. Pero cuando me enfrento a la pintura todo cambia. Eso es wu wei. Todo se abre en un instante”. De esta forma, al acercarnos al cuadro y mirarlo detenidamente, encontramos una forma de meditación taoísta que nos lleva a la iluminación, a renunciar a esa mente rígida que nos haría reconocer únicamente una sala con lienzos blancos al ir a una de sus exposiciones, sin poder disfrutar del paisaje que se presenta ante nuestros ojos, de la experiencia que Qiu nos propone. Actuar mediante el wu wei supone deshacernos de nuestros pensamientos, de forma que podemos ver las cosas sin que la mente se apegue a nada, con libertad. Nos orientamos entonces en un lugar desconocido, un paisaje fugaz, no permanente,  que iremos descubriendo y olvidando al mismo tiempo.

Los cuadros de Qiu no son una ventana a otro mundo, sino una puerta.